RECURSOS

La mirada hacia las mujeres drogodependientes

Actualizado el 30/01/21 a las 21:06

Irene Sánchez San José

Psicóloga General Sanitaria. Especialista en Orientación Psicológica e Intervención en Crisis.

“La idea que nos formamos de nosotros y nosotras mismas, de nuestro ser y nuestra identidad, viene irremediablemente dada por dos miradas: la que nos dirigimos hacia adentro y la que nos devuelven desde fuera. Es por ello, que la idea que las mujeres consumidoras de sustancias tienen de sí mismas, viene forjada también por estas dos miradas.

En mi experiencia en diferentes servicios en los que he podido tener contacto con mujeres que consumían algún tipo de sustancia, o con personas de su entorno, he podido conocer estas dos miradas. Las mujeres que consumen, a menudo viven esta experiencia con la mayor de las culpabilidades. El consumo de sustancias no cabe en el ideal de mujer. La mujer perfecta no consume, porque la mujer perfecta se acerca a un ideal de feminidad fetiche y distorsionado. Es la feminidad del oxímoron: débil (dulce, frágil, sumisa), pero sin debilidades (sin vicios, sin problemas).

La mirada de la sociedad hacia estas mujeres no es más amable, y viene ya a menudo condicionada por la mirada hacia las mujeres en general. En la medida en la que a las mujeres se nos ve antes como a madres que como a mujeres, las mujeres consumidoras son solo eso: malas madres. Como si el consumo no fuera una característica de lo humano, y sólo de lo maternal. Como si no hubiera más en las mujeres que madres o madres potenciales. O como si el consumo expulsara directamente a la madre de la mujer.

La realidad de la mirada hacia las mujeres más jóvenes es algo diferente, aunque viene también marcada por otras grandes manchas en el trato y conceptualización de las mujeres: la sexualización y la violencia. 

No es inusual descubrir historias de violencia y abuso en las vidas de las jóvenes consumidoras, a veces relatadas por ellas con la mayor de las naturalidades. Esta normalización de la violencia y el abuso hacia las jóvenes que consumen no es sino la evidencia de esta culpa que mencionábamos antes. Su encoger de hombros, su voz calmada, parecen decir “yo consumo, lo merezco”. Pero no lo merecen. Porque nadie lo merece.

Porque el consumo tampoco arranca lo humano de las mujeres, y no es menos persona quien consume, ni tiene menos derechos, ni su consumo justifica la violencia que pueda recibir.  Vemos cómo la mirada hacia la dependencia y el consumo de sustancias y la mirada hacia el género se entrecruzan aquí, y no podemos evitar preguntarnos: ¿qué habrá ocurrido estos meses de confinamiento por Covid-19?

Me aventuraría a decir que se han encrudecido las situaciones de estas mujeres, especialmente en la medida en la que las mujeres tienden a consumir en espacios privados. Sin horarios estrictos (tener que ir a trabajar, salir a entornos de ocio, recoger a los niños y niñas del colegio), sin poder salir, sin nada que le ponga freno… ¿Se habrá disparado el consumo?  En esta misma línea, es muy posible que aquellas mujeres envueltas en situaciones de abuso y violencia hayan vivido también este ciclo con mayor intensidad, entrando en el círculo de consumo y violencia de manera aún más profunda. 

Otra gran pregunta que surge, ahora que dejamos atrás el confinamiento, pero no la pandemia, es cómo va a afectar la situación ansiógena (vivida y por vivir) a las mujeres consumidoras.  Aunque la idea de que la pandemia y la crisis consiguiente van a afectar a la salud mental no es nueva,  la realidad de las mujeres drogodependientes es muy idiosincrásica dadas las características que hemos comentado. Los resquicios que ha dejado el confinamiento están aún por mostrarse en toda su intensidad.

El aumento de desempleo, crisis económica, y necesidad de cuidados (muy frecuentemente atribuidos por defecto y sin remuneración ni reconocimiento a las mujeres) conllevarán muy probablemente efectos como los que hemos podido ver en el confinamiento, incluso de mayor  magnitud y a más largo plazo. Ya sea como herramienta de auto-regulación o de escape en situaciones de duelo no resuelto, o de problemáticas de ansiedad ante situaciones económicas o sociales, las circunstancias que se nos presentan constituyen un marco en el que el consumo puede iniciarse cada vez en más mujeres o incrementarse en aquellas que ya eran consumidoras.

Dado que el consumo suele estar frecuentemente asociado a los hombres y que las mujeres consumen más en el ámbito privado, la pregunta es: ¿hasta cuándo seguiremos negando la realidad de las mujeres drogodependientes? ¿Será, quizá, esta pandemia el contexto que necesitamos para incluir por fin la perspectiva de género en la ciencia y en los cuidados? De nosotras depende.

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