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El efecto de Instagram en el aumento y desarrollo de los TCA en adolescentes

Actualizado el 09/12/21 a las 11:52

Ángela Arroyo Nieto

Graduada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y en Psicología. Coordinadora de Programas de Actividad Física de la Comunidad de Madrid. Agente de Salud PAJEPS 2021.

La influencia de Internet y las redes sociales en la salud mental ha sido un asunto de creciente interés en los últimos años. La nueva manera de relacionarnos “online” y poder de intercambiar información de forma continua e inmediata con nuestro móvil, está produciendo cambios a los que quizás no estemos siendo capaces de adaptarnos.

Por otro lado, a los avances de la era de la tecnología y la información, hay que sumar los efectos del confinamiento social ocasionado por la pandemia del Covid-19 que ha ocasionado un cambio importante en los hábitos saludables como son alimentación, ejercicio físico, y tiempo libre relacionado a un mayor uso y dependencia de las redes sociales. En este artículo reflexiono sobre el aumento de la incidencia de trastornos de conducta alimentaria (TCA) y la distorsión de la imagen corporal en jóvenes y adolescentes, fomentados por el uso de las redes sociales, específicamente Instagram. Las y los profesionales de la salud, tenemos una gran responsabilidad en la promoción de hábitos saludables y prevención de la aparición trastornos de conducta alimentaria desde edades tempranas.

Los trastornos de la conducta alimentaria tienen una etiología multifactorial y son muchas veces difíciles de diagnosticar. Se caracterizan por la distorsión de la imagen corporal y alteraciones físicas relacionadas con el peso y la conducta alimentaria (Gómez del Barrio et al., 2009) como, por ejemplo, la anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno por atracón, ortorexia y vigorexia. Los rasgos de personalidad, el género femenino y la predisposición genética son algunos factores que influyen en la posibilidad de padecer un TCA; a la vez existen otros factores relacionados con las creencias personales, ideales sociales y patrones culturales que no ayudan al bienestar y a la salud integral y son modificables: los estándares de belleza, la valoración negativa de la propia figura e imagen corporal, prácticas dietéticas poco saludables, realizar ejercicio en exceso, padecer sobrepeso u obesidad (que lleva a empezar conductas compensatorias)… etc. Estos últimos, suelen afectar principalmente a la población femenina (9 de cada 10 casos son mujeres) durante la etapa infanto-juvenil, concretamente en la adolescencia, llegándose a estimar que el 85% de los mismos aparecen en estas edades (Lezama, 2015).

En España las tasas de TCA entre las mujeres jóvenes de 12 y 21 años es de 4,1% – 6,4% y alrededor de un 0,3% en el caso de los hombres. El 70% de los/as adolescentes no se siente conforme con su cuerpo y el 11% está realizando conductas de riesgo que pueden conllevar a un TCA. 6 de cada 10 chicas creen que serían más felices si estuvieran más delgadas y hasta el 30% presenta conductas de riesgo. A escala mundial el número de casos de TCA se ha duplicado en los últimos 18 años (de 3,4% en 2000 a 2018) apareciendo cada vez a edades más tempranas (ha aumentado más del 15% su existencia en menores de 12 años de 2016) y encontrándose entre las 3 enfermedades crónicas más frecuentes entre los y las adolescentes. Además, la anorexia nerviosa es la patología psiquiátrica con la mortalidad más alta (Sociedad española de Médicos Generales y de Familia, 2020). ¿Cómo es posible este aumento?

Intenta imaginar todo lo que voy a describir a continuación. Seguro que te suena.

Filtros de Instagram que disimulan nuestras facciones, retoques de luz y textura que ocultan imperfecciones, poses que nos hacen más delgadas, cultura de la dieta, recetas keto, platos low carb, postres que no engordan, ultra procesados, rutinas de entrenamiento, cuerpos perfectos y deseables, chicas que dedican su vida a ir al gimnasio, la obsesión por cumplir y producir, la excesiva disciplina, la “mentalidad de tiburón”, la positividad tóxica… Miras el reloj y te das cuenta que llevas más de media hora pasando historias y posts de este tipo. Bloqueas el móvil como enfadada (o algo así, no sabes identificar bien la emoción), pero al rato vuelves a ejercer la misma acción. Entre medias te miras al espejo y jolín, ¡qué ojeras!, te coges el michelín que te sobra para poder mostrar los abdominales que salen en las fotos que ves en Instagram. Posas. Metes tripa. Piensas en algunos comentarios que te han hecho “qué guapa en la foto, no pareces tú”, “eres guapa de cara pero tienes que adelgazar un poco” o “qué valiente eres por subir una foto en bikini”. Todo esto resuena en tu cabeza. Te sientes mal. No te gustas. Te entra hambre de golpe, vas a la cocina y te das un atracón con la intención (inconsciente) de calmar tu malestar. Pero lejos de durar la calma, los pensamientos negativos y la ansiedad aumentan. Piensas en todas esas fotos y vídeos de chicas perfectas… miles de vidas distintas y parecidas a la vez, pero ¿cuántas son reales? En el fondo te da igual, porque el daño está hecho y los estímulos y feedbacks recibidos son demasiado fuertes como para ser capaces de relativizar. Lo único grabado ahora mismo en tu mente es que no eres como ellas. La situación se agrava y te dejas llevar: te dices “si ellas pueden yo puedo” y sí, pero a qué precio.

Hay tanta gente atrapada en ese ciclo repetitivo de ser más espectador/a de vidas ajenas que de vivir la propia vida, que estremece. Crecemos con el dicho de “la perfección no existe” pero nos pasamos el día viendo caras, cuerpos y vidas “perfectas”; o a las que la sociedad califica como tal: éxito, dinero, vidas de ensueño, ser sexualmente deseables. Una sociedad profundamente superficial en la que la otra cara de la moneda no podría otra que el odio, la despersonalización detrás de la pantalla. Odio a uno mismo/a, en primer lugar; y en segundo un hate en las redes cada vez más acusado, insultos, críticas destructivas, comentarios dañinos, radicalización de ideas… que dejan entrever la frustración que muchxs esconden tras sus perfiles.

The Wall Street Journal señala que Instagram “empeora los problemas de imagen corporal de una de cada tres adolescentes” (Riley, 2021). Un tercio. Se dice pronto. En el artículo también se menciona que el 13% de adolescentes británicos/as y el 6% de adolescentes estadounidenses con pensamientos suicidas atribuían el mismo deseo a Instagram. Un dato que me remueve por dentro teniendo en cuenta que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los/as jóvenes de 15 y 19 años (OMS, 2021). ¿Cómo puede una aplicación tener un potencial tan dañino y a la vez tan adictivo?

La adolescencia es un periodo de transición en el que los chavalxs son especialmente vulnerables a la presión de grupo, comienzan a construir su identidad y sus expectativas y deben asumir los cambios que se están produciendo en sus cuerpos, en sus mentes y en su manera de relacionarse. La excesiva presión por tener y mostrar un cuerpo perfecto, así como el refuerzo positivo a aquellos que pierden peso (independientemente de que el desencadenante sea dañino para la salud) que perpetúan los estándares de belleza establecidos en las redes sociales, influyen en el aumento de este tipo de desórdenes alimenticios. Saunders y Eaton (2018) encontraron una relación significativa entre el uso de estas redes con presencia de síntomas de TCA. Por otro lado, Instagram se ha asociado a la existencia de otros trastornos emocionales como baja autoestima, ansiedad y depresión (Puertas, 2020; Ojeda-Martín et al., 2021). Por otro lado, la mayor exposición de las mujeres en las redes, la cosificación del cuerpo y la mayor presión social (patriarcal) sobre la belleza femenina, hace a las jóvenes doblemente vulnerables.

Debemos aunar fuerzas para educar en este aspecto, no sólo a usuarios y usuarias sino también a profesionales y divulgadores/as. Debemos predicar con el ejemplo y acostumbrar a los demás a minimizar los comentarios que hacen sobre los cuerpos ajenos, hacerles tomar consciencia de hasta qué punto los estereotipos y las opiniones sin empatía (aunque no sean dichas con mala intención) pueden afectar negativamente a las personas. Merece la pena intentarlo. Merece la pena implicarse.

Como graduada en Ciencias del Deporte y en Psicología, profesora de Educación Física, la promoción del ejercicio físico y la nutrición saludable serán siempre uno de mis objetivos personales. Pero con el tiempo, he reflexionado mucho acerca de cómo la obsesión por lo sano puede ser más dañina que los beneficios que nos van a producir algunas conductas “sanas”. La extrema rigidez y autoexigencia pueden ser una fuente de sufrimiento que debemos ser capaces de aprender a gestionar y modular. La salud poco tiene que ver con los estándares de belleza (aunque todos queramos encajar y ser deseables), dos cuerpos nunca serán iguales aunque coman y se ejerciten lo mismo. A ti que me lees quiero dejarte algo claro: nunca pretendas ser igual que alguien que no eres tú, no te obsesiones con la comparación y trabaja desde la aceptación… mejorar la salud es un proceso de ajuste y mejora que va mucho más allá de perder kilos y recibir más likes. Si bien es cierto que cada vez hay mayor conocimiento y reivindicación desde distintos sectores para aumentar la aceptación de la diversidad de cuerpos y la atención a los cuidados más allá de lo físico; tengo la sensación que muchas veces se queda en una moda más, un hashtag, una historia compartida… y no llega a calar ni en nuestra mente ni en nuestra forma de relacionarnos con los demás. Hagamos un esfuerzo común porque así sea.

Bibliografía

Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (s.a.) ¿Qué son los TCA? Recuperado de: https://www.acab.org/es/los-trastornos-de-conducta-alimentaria/que-son-los-tca/

Gómez del Barrio et al. (2009). Guía de Prevención de los Trastornos de la Conducta Alimentaria y el Sobrepeso. Gobierno de Cantabria. Recurso extraído de programa PAJEPS2021.

Lezama Reyes, C.A. (2015). Impacto de las redes sociales en los trastornos de la alimentación. Recuperado de: https://www.alanrevista.org/ediciones/2015/suplemento-1/art-216/

Ojeda-Martín, Á., del Pilar López-Morales, M., Jáuregui-Lobera, I., & Herrero-Martín, G. (2021). Uso de redes sociales y riesgo de padecer TCA en jóvenes. Journal of Negative and No Positive Results, 6(10), 1289-1307.

Organización Mundial de la Salud (17 de Junio de 2021). Datos y cifras de suicidio. Recuperado de: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide

Puertas, D. G. (2020). Influencia del uso de Instagram sobre la conducta alimentaria y trastornos emocionales. Revisión sistemática. Revista Española de Comunicación en Salud, 244-254.

Riley, C. (15 Septiembre de 2021). Investigación de Facebook concluye que Instagram es tóxico para muchas adolescentes. Recuperado de: https://cnnespanol.cnn.com/2021/09/15/instagram-admite-revelacion-toxicidad-plataforma-adolescentes-trax/
Sánchez, N. F. (2013). Trastornos de conducta y redes sociales en Internet. Salud mental, 36(6), 521-527.

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