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Sobre Von Bismark, la solidaridad y la edad jubilatoria en los tiempos actuales.

Actualizado el 18/05/10 a las 23:30

Dr. Diego Bernardini

Doctor en Medicina y Máster en Gerontología. Consultor de la OPS y de la OMS

Estas últimas semanas hemos presenciado la polémica que se suscitó a partir de la propuesta del Gobierno de aumentar la edad de jubilación. Esto no es nuevo, al menos para quienes seguimos de cerca el tema del envejecimiento poblacional y sus efectos en términos globales. El equilibrio en el estado de las pensiones y el gasto sanitario suelen ser los argumentos de mayor peso entre quienes defienden la idea extender la edad de jubilación.

La coincidencia entre los expertos es que la edad jubilatoria es solo una medida administrativa, en vistas de la expectativa de vida y los niveles de funcionalidad que los mayores tienen hoy. Elevar la edad límite para la jubilación es algo que está en agenda de varios países desarrollados como España desde hace varios años. Japón en 2004 se convirtió en pionero y Alemania le siguió en 2006 al instalar el tema en el debate público. En la actualidad, además de España, Francia y el Reino Unido tratan este asunto.

Con el envejecimiento poblacional, disminuye el número de trabajadores activos y esto resulta en una caída de la fuerza laboral, un factor crítico que determina el PBI de un país. No parece necesario ser un especialista para entender que la combinación de este efecto con la baja tasa de natalidad reinante llevará a que el sistema se convierta en insostenible económicamente.

Sería un buen ejercicio alejarnos un poco y cambiar la “lente del microscopio” con el que estamos mirando esta situación. A fines del siglo XIX cuando Von Bismark sentó las bases del sistema de previsión social en Europa, quienes llegaban a cumplir más de 60 años eran muy pocos. Hoy, quienes nacen vivirán en su mayoría un tercio de su vida en condición de “jubilados”: la OCDE calcula que ese período será de entre 14 y 24 años para los hombres, y entre 21 y 28 para las mujeres.

En cuanto al gasto sanitario, los expertos ponen en duda que la edad sea una variable predictiva del gasto según los distintos modelos econométricos. Pero sí se relaciona con el mayor uso de nuevas tecnologías y la intensidad de los cuidados que se emplean en el paciente. Efectivamente, esto nos plantea un nuevo modelo de gestión de la vejez, en donde el mayor debe ser escuchado y debe jugar un rol de protagonista, como ciudadano y como principal interesado.

Echemos un vistazo a lo que pasa en otras latitudes. Según un estudio de Mc Kinsey de 2008, la mayoría de la generación de “baby boomers” americanos desean seguir trabajando. Sin embargo, un sinnúmero de barreras institucionales y legales se lo impiden. En Europa, el porcentaje de interesados en seguir trabajando más allá del límite de edad para jubilarse, se ubicaría entre el 40 y el 60 por ciento, según Financial Times. En el dossier de junio de 2009, el semanario The Economist fue muy claro: el impacto del déficit fiscal de la última crisis económica es muy inferior de lo que será el gasto futuro relacionado al envejecimiento en términos de PBI. Y España encabeza la lista por delante de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia y otros vecinos.

Pero volviendo a Von Bismark y sus políticas sociales. El principio de solidaridad fue lo que -junto a una visión clara y determinante- permitió la implementación de un nuevo orden. Quizás sea este un buen momento para recordar ese principio para comenzar a debatir entre todas las partes involucradas el futuro del régimen previsional de España, régimen que hoy goza de buena salud como la mayoría de nuestros mayores.

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