RECURSOS

Reflexiones sobre salud y género en la juventud

Cristina Bajo.

Socióloga y feminista

 

El tema de la salud y el género se puede abordar en la actualidad desde distintos enfoques. Existen ya numerosos estudios y bibliografía al respecto, lo que nos muestra una tradición académica fuerte y en continuo progreso.

Cuando se comenzó a investigar, allá por los años setenta, en el mundo anglosajón, se hizo centrándose fundamentalmente en temas de salud relacionados con los derechos reproductivos y la planificación familiar, y con el derecho de las mujeres a conocer y a cuidar sus  propios cuerpos. 

En 1971 se publica un libro crucial, que marcó un antes y después respecto a la salud y las mujeres. Nos referimos a la obra  titulada «Nuestros cuerpos, Nuestras vidas»,  del Colectivo de Mujeres de Boston para la salud de las mujeres. En esa obra se denunciaba la ginecología patriarcal y la pérdida del control de las mujeres en todo lo que hacía referencia a su sexualidad y al proceso de reproducción.

En la década de los ochenta empezaron a realizarse estudios de género de forma más sistemática, fundamentalmente desde las universidades y otros centros de investigación. Estudios en los que se va abriendo paso la idea de que a  casi todas las enfermedades se les puede hacer una lectura de género. Por ejemplo, incluso en algo tan aparentemente neutral como es el caso del “ataque al corazón” se ha descubierto que, antes de producirse, los síntomas son muy distintos en los varones y en las mujeres, por lo cual se debe dar información específica para reconocer cuáles son los síntomas en ellos y en ellas.

En nuestro caso concreto, vamos a referirnos al tema de las conductas de riesgo, en jóvenes y adolescentes, conductas que a veces ponen en grave riesgo su salud. La realidad nos muestra que estas conductas se dan en ambos sexos, pero lo hacen de forma diferente, puesto que las realidades y las expectativas que se generan sobre chicas y chicos en los grupos de pares –los amigos y colegas, tan influyentes en esta época de la vida- son distintas.

Uno de los casos más conocidos es el que hace referencia a las enfermedades relacionadas con la alimentación, y que están directamente vinculadas al el hecho de ser mujer joven y occidental. Como se señala a menudo, la tiranía de la talla 38 recae, fundamentalmente, sobre las jóvenes. Un dato significativo es que en los trastornos de la conducta alimentaria como anorexia y la bulimia el 90% son mujeres.

Si consideramos las enfermedades de transmisión sexual, observamos cómo la infección del papiloma (VPH) está muy presente ya entre las adolescentes. También podemos hacer una clara distinción entre géneros cuando hablamos de los embarazos en niñas y adolescentes. El hecho de que una niña tenga a otra niña, como ha ocurrido recientemente en Colombia, tiene unas  secuelas físicas y psicológicas que la madre-niña puede arrastrar durante toda su vida. Ella no está preparada para los deberes de una crianza y esto le generará ansiedad, estrés y agotamiento como mínimo. En el caso de los niños esto no ocurre, puesto que no  tiene impacto sobre su  físico y en la mayoría de los casos, tampoco psicológico, dado que la responsabilidad la asume la familia de la madre-niña y la madre-niña.

 

Los riesgos compartidos

Si bien es cierto que existen diferentes riesgos entre los y las adolescentes, hay también algunos que se comparten, como por ejemplo el alcohol y las drogas, tanto blandas como duras. Hay que señalar que los estudios que se están realizando en la actualidad demuestran que el consumo de este tipo de sustancias afecta más negativamente a las mujeres, aunque la incidencia es algo mayor en los hombres.

Por último, hay que señalar que los chicos son más vulnerables a convertirse en  víctimas de los accidentes de coche y, especialmente, de motos. También de la peligros producidos por la mezcla entre alcohol, drogas y coches. Este comportamiento es cultural, viene determinado por el mandato de que hay que atreverse y arriesgarse, hay que ser valiente para ser un auténtico “hombre” o “macho”. Como consecuencia, ellos tienen un tasa de mortalidad mucho más elevada que las chicas en la carretera, y también son víctimas en mayor medida de paraplejia y secuelas que tienen que ver con este tipo de accidentes. Las chicas, cuando son víctimas de accidentes automovilísticos, lo son más bien como acompañantes y no como conductoras.

Para concluir podemos afirmar que en las conductas de riesgo asociadas a la adolescencia y la primera juventud, ellos no saben decir no a los retos asociados a la masculinidad, como la velocidad en el coche y de este modo demostrar su valentía. En cambio, ellas extreman hasta la enfermedad el mandato de “ser atractivas” para agradar; de igual modo, parece que no saben decir que no al sexo con riesgo de infecciones y embarazos. Tal vez creen que si lo hacen pueden ser tachadas de “poco modernas” o puritanas, rechazadas y abandonadas.

 

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