
Pero el trabajo está ahí, nada desdeñable para 10 millones de ONG´S que existen en el mundo, lo que equivale a la quinta economía mundial. Algunos datos son abrumadores:
– En Estados Unidos, hay más de millón y medio de ONG´S, empleando a 12 millones de personas (3 de cada 4 son mujeres).
– En Canadá, por ejemplo, el 84% de sus habitantes, mayores de 18 años, dona a las ONG´S. En total se recauda cada año alrededor de los 11.000 millones de dólares canadienses.
– La India, por volcarnos hacia el extremo opuesto, tiene una ONG por cada 400 personas.
– En España, poco más de 4 millones de ciudadanos contribuyen a su financiación, sobrepasando las 12.000 entidades que emplean a 220.000 personas.
Desgraciadamente sucesos como los acontecidos minan la confianza y el crédito bajo fundadas sospechas de actos criminales que salen a la luz y que han de ser juzgados sin más dilación.
Condiciones y condicionantes que hoy se vuelven a repetir, enmascarados bajo lo que Christopher Snowdon (“The Sock Doctrine”) ha dado en llamar “industria del activismo subvencionado”. No es posible que organizaciones como Oxfam (por poner un ejemplo) reciban del gobierno británico 385 millones de libras, o que el 40% de la recaudación de algunas de las grandes “organizaciones lobbystas” se destine a acciones de marketing y no a lo que en realidad define su existencia. Lo acontecido, con la gravedad que supone la explotación sexual a mujeres y niñas, o los escándalos de corrupción y contrabando de seres humanos en Chad, Republica Centroafricana, Guatemala y Honduras bajo epígrafes como “comportamientos inapropiados” suponen una desnaturalización de la comunicación y un descontrol absoluto de los protocolos de selección de personal (¿vamos a trabajar con algoritmos?) o de seguimiento y evaluación de los programas y proyectos que se desarrollan en las zonas de actuación. Y no cabe decir que fallaron los controles cuando éstos no existen y los protocolos no se cumplen. Y todo esto emponzoña y sacude el buen gobierno de miles de ONG´S que trabajan, día a día, en condiciones de extrema dureza.
Profesionales y voluntariado que abren pozos de agua en lugares imposibles de describir; campamentos que ven la luz para albergar a miles y miles de seres que sobreviven de una caridad mal entendida; hospitales de campaña donde el personal vive hacinado entre moribundos y madres que se sacan la comida de la boca para poder alimentar a sus hijos, sabedoras de que muchos de ellos morirán bajo la primera luz del día. Hemos visto y hemos vivido toda esta miserable inequidad. Los sucesos de Haití, por atisbar un punto de referencia, reflejan la importancia y la necesidad de asegurar la vida interna de las organizaciones, todas, y de contribuir al buen gobierno en el trabajo que acompaña a los miles de profesionales que alimentan los sueños de este maldito mundo que nos escandaliza y nos ilumina, nos enfrenta y nos une, nos hace más visibles y más humanos, nos confunde y nos aterra, nos alimenta y nos conmueve. Este mundo, nuestra realidad, a la que combatimos sin esperar que nada cambie, sin miedo, porque el oprobio siempre va a estar ahí, presente, y lo sabemos, a pesar de todo y de todos, pero hoy no deja de ser un buen día para mirarnos a los ojos y no bajar la mirada, porque si no lo hacemos estaremos perdidos.