ARTÍCULOS DE OPINIÓN

Los beneficios de la danza en el adolescente

Actualizado el 13/04/18 a las 11:31

Irene Ramos Nuñez
La música y la danza han estado presentes en todas las culturas desde tiempos inmemoriales teniendo un valor terapéutico en sí mismas.  A lo largo de la historia, la danza ha ido evolucionando paralelamente a los cambios de la sociedad  a través de los diversos periodos de la civilización. Según algunas teorías evolucionistas, el baile jugó un papel fundamental en las relaciones sociales gracias a su capacidad de conectar a las personas emocionalmente entre sí, independientemente del idioma que hablaran. Esto convierte el baile en un lenguaje universal en todas las culturas.

Antiguamente, danzábamos alrededor del fuego al ritmo de los tambores y demás instrumentos de percusión, con el fin de expresar nuestros estados de ánimo, de sanar el cuerpo,  conectar con la naturaleza, agradecer o pedir deseos a los dioses, o celebrar diversos acontecimientos o rituales. 

En la actualidad la danza sigue siendo parte de nuestras vidas: todos los días nos movemos por un espacio determinado, caminamos, subimos y bajamos escaleras, corremos para coger el tren o el autobús, repetimos ciertos patrones; es decir, estamos constantemente en movimiento aunque a veces no somos conscientes de su sentido, de nuestra postura o de la manera en que nos acercamos a los demás. No obstante, que nos hemos vuelto unos seres sedentarios/as con un registro muy limitado de movimientos casi torpes, poco conscientes de nuestros cuerpos, que nos parecen en ocasiones ajenos. Parece que “desconectamos”, hemos perdido la capacidad de auto-observarnos y de reconectar con nosotros mismos.

Cabe entonces recordar  las palabras del filósofo chino Confucio, quien ya en el siglo V a.c. expresaba: “Muéstrenme cómo baila un pueblo y les diré si su civilización está enferma o sana”, vaticinando el peligro que corrían las personas si se desconectaban de su propio cuerpo.

En los/las jóvenes se hace especialmente visible esta desconexión puesto que se encuentran en un periodo evolutivo donde se llevan a cabo profundas transformaciones a todos los niveles: fisiológico, morfológico, psicológico y emocional, que les obligan a adaptarse de nuevo a su cuerpo y a redefinir su identidad constantemente. La danza es en sí un instrumento para la expresión no verbal que,  además, implica inconscientemente factores emocionales que les permiten volver a esa soltura en sus movimientos y gestos que fueron perdiendo a lo largo de la infancia, solventando así la necesidad de reconocer su cuerpo y reapropiarse de él.

En las últimas décadas se han realizado importantes estudios (véanse: Hallal, Victora, Azevedo y Wells, 2006; Calfas y Taylor, 1994; Wagener et al., 2012) y, basándonos en sus resultados, se puede afirmar que la danza reportará a las personas adolescentes innumerables beneficios tanto físicos, como psicológicos y sociales. 

En lo relativo a las capacidades físicas, la danza aumenta la competencia motriz y mejora capacidades físicas como la coordinación, la fuerza, el equilibrio, la resistencia, la flexibilidad, la velocidad, etc., fomenta el desarrollo del sentido espacial, así como el rítmico. También mejora el funcionamiento de los aparatos respiratorios, circulatorio y óseo, y la capacidad de control postural. Estimula áreas del cerebro que regulan la memoria, la coordinación motriz y los estados de ánimo. Así mismo, refuerza la plasticidad neuronal siendo uno de los mejores remedios contra el envejecimiento cerebral, a la vez que libera endorfinas, dopamina y otros neurotransmisores que están relacionados con el placer.

De igual manera, se observan múltiples cambios en lo relativo a la mejora de la percepción y aceptación del propio esquema corporal, consiguiendo disminuir en muchas ocasiones algunos complejos corporales. Relacionado con lo anterior se produce una mejora la autoestima, aumenta la confianza,  la vitalidad y la motivación de la persona, y favorece los estados emocionales positivos. Ayuda a canalizar y aliviar de forma saludable tensiones, estrés, síntomas psicosomáticos, ansiedad, depresión, ya que es una distracción placentera y relajante, y favorece la atención, la concentración, la creatividad y la espontaneidad. 

En la parte más relacional del adolescente, se percibe una mejora de la comunicación facilitando la expresión no verbal de los sentimientos, emociones o estados de ánimo, así como en el proceso de socialización y el sentimiento de grupo, donde todos los miembros son importantes y se sienten útiles. La danza promueve los valores de solidaridad, respeto por la diversidad, tolerancia, cooperación y valoración de la propia identidad.

Como conclusión cabe citar el libro La Anatomía del Crítico (P. Cardona, Pórtico de la Ciudad de México, 1991), que habla sobre lo fundamental que es en la formación de todo ser humano la educación del movimiento. Tomando en cuenta las aportaciones de importantes referentes en pedagogía como Howard Gardner, Ken Robinson y Richard Gerver, así como de agencias internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), para que la función de la danza se logre cumplir ésta debe estar presente en la cultura de un país, visualizándose como un compromiso social a desarrollar por medio de la creatividad, las capacidades y habilidades personales, y la expresión emocional. Por ello, las instituciones deben asumir el compromiso de ofrecer opciones para que todos los/las jóvenes tengan la oportunidad de participar, de forma activa, en estas artes; no sólo para aquellos/as que quieren ser profesionales en estas disciplinas. Desde mi experiencia en la danza, os invito a todos/as a acercaros a este maravilloso mundo, y que sea el arte el que nos salve de esta era de la hipercomunicación digital y nos vuelva a conectar con nuestra parte más humana, vital y saludable.