ARTÍCULOS DE OPINIÓN

La sociedad y la mujer con discapacidad

Actualizado el 28/10/16 a las 10:15

Mª Concepción Rafecas Escorial.
Es innegable que el papel de la mujer en la sociedad actual ha evolucionado,  pero aún así estamos en “pañales”  para llegar a una igualdad  real y “equidad”. Vemos que la mujer en muchos grupos sociales se sigue considerando inferior al hombre. 

En este año 2016, FUNDADPES a través de su programa MIAS me ha ofrecido la oportunidad de hacer unos talleres sobre la “Salud de la Mujer” sumamente interesantes, en los que he  aprendido ante todo a ser mejor persona y en donde he abierto los ojos a  muchas desigualdades que vivimos en nuestra sociedad, especialmente las mujeres y colectivos con  discriminación y riesgo de exclusión social. 

En mi ánimo de divulgar estos aprendizajes,  he tenido oportunidad de organizar unas tertulias veraniegas, donde familiares, amigos y otras personas nos reuníamos y tratábamos algunos temas de este programa. Quiero dar las GRACIAS en mayúsculas al Programa MIAS y a todos los que han intervenido en él, profesores y alumnos, por lo aprendido, didacticos y  agradables que han resultado estos talleres.

Si lo aprendido en estos talleres lo aplicáramos al colectivo de mujeres con discapacidad intelectual:  ¿Se podrían  imaginar qué puede significar en esta sociedad nuestra, ser mujer y encima con discapacidad  intelectual? Todo apunta a que la mujer discapacitada pasa a ser una persona invisible, un cubo donde descargar el mal humor, las inseguridades y frustraciones de uno/a, ser mirada y tratada con menosprecio, sufrir más violencia de género, violencia doméstica y discriminación. La mujer con discapacidad intelectual sufre una  doble discriminación: por el hecho de ser mujer y  por el hecho de tener discapacidad, “parecen convertirse en personas sin derechos, opiniones y/o credibilidad”.

Esto conlleva a que los demás tomen ciertas decisiones sin su consentimiento, sin hacerlas comprender las consecuencias o los posibles riesgos que ello conlleva ofreciéndolas cierta capacidad de decisión, llegando incluso a  ser sometidas a cirugías que no alcanzan a comprender y que tienen y tendrán repercusiones para su salud y su futuro, como por ejemplo el caso de las esterilizaciones. 

A una mujer con variabilidad funcional hay que darla herramientas para poder comprender y defenderse ante una sociedad elitista, fuertemente sustentada por falsos estereotipos que generan prejuicios y deterioran la calidad de vida de estas personas. Que los derechos no se adquieren por el mero hecho de ser de un sexo u otro, o tener mayor o menor inteligencia: se tienen por el simple hecho de ser persona, y todas las personas tenemos derecho a que se nos trate con respeto y se nos valore como tal. 

Debemos  concienciar a nuestras hijas, hermanas, amigas y familiares en general, que cuando vemos situaciones de desigualdad hay que denunciarlas, comentarlas y decir ¡NO! Estas desigualdades nos bombardean cada día a través de la   publicidad, series TV, redes sociales etc., en muchas ocasiones presentadas como escenas graciosas. Pero maldita la gracia que tienen algunas de estas escenas que vemos y vivimos diariamente y que, queriendo o no, “educan” a la población e influyen en ella, fomentando los comportamientos sexistas y discriminatorios, y lo que es peor que se convierten y se consideran como “hechos normales y graciosos”. 

Los centros y sobre todo los profesionales que trabajan en ellos deben ser los primeros concienciados, llevando la perspectiva de género de manera transversal en su trato y atención especializada. Debemos educar desde el entorno familiar, desde las raíces mismas y desde edades tempranas a nuestros hijos e hijas para que sepan tratarse con igualdad y sin discriminación. De esta forma, se crearán seres humanos adultos que puedan llegar a vivir en una sociedad de igualdad y de equidad, de equilibrio bien entendido, teniendo respeto y responsabilidad por uno mismo/a  y por la persona de al lado, sin discriminar si es hombre o mujer. Se trata de compartir la vida, tareas y trabajos, de caminar juntos.

Todos tenemos derecho a reír, amar, llorar, jugar a futbol, vestir de una u otra forma, ser independientes, sensibles, duros…etc. sin que se nos ponga una etiqueta. Todos somos capaces de todo y de tomar nuestras propias decisiones, sin que nadie las tome por nosotros/as, y por ello debemos ser respetados/as y valorados/as, independientemente de nuestro sexo o condición.

 

MARIA CONCEPCIÓN RAFECAS ESCORIAL ha trabajado durante varios años en distintos campos especialmente en la administración en un estudio fiscal. Es socia de AFANIAS y (Asociación pro-personas con discapacidad intelectual) Y PITOTE organización sin ánimo de lucro, para el ocio de niños con discapacidad, perteneciente al ayuntamiento de Madrid. Está especialmente sensibilizada con temas sociales y de la mujer por tener una hija de 20 años con discapacidad, la cual ha sufrido y sufre discriminación en distintos ámbitos sociales en los que se ha desenvuelto y que la ha hecho implicarse a fondo en este tema.