
Cuando todo esto ocurrió, unas preguntas me vinieron al pensamiento. ¿Está la población joven preparada para una información así? ¿Serían capaces de afrontar una notica de tal calibre?
Dice la frase popular y muy usada: «Palos y piedras podrán romper mis huesos, pero las palabras no lograrán herirme». En el caso de este virus es al contrario. Son las palabras y los gestos de los demás los que hacen daño. Médicamente se ha avanzado a pasos de gigante en la lucha contra el VIH pero no se ha logrado apenas nada en el aspecto social. Bastaron unos pocos años de revolución en la investigación para que no se hablara apenas nada en los medios. Aún se sigue viendo a las personas VIH+ como algo de lo que hay que huir.
Desde que entré en este mundo me he dado cuenta y he podido constatar que hay poca información y la poca que hay es mala. Por eso estoy aquí. Si yo hubiese sabido lo que sé ahora difícilmente me encontraría en esta situación. Y a pesar de esto, no creo que haya que educar en base al miedo, solo hay hacerlo fijándonos en la realidad. A día de hoy, cualquier otra enfermedad da miedo y pena. Una ITS (Infección de Transmisión Sexual), y en este caso el VIH, sigue dando también pánico pero se cambia la pena por vergüenza, rechazo y culpabilidad. Y es entre la población joven donde me he encontrado mayor porcentaje de personas que no quieren saber frente a las que están informadas.
Cuando recibes un diagnóstico de VIH, cuando te dicen que tu vida ahora va a depender de una pastilla diaria, lo primero que piensas aparte de si todo irá bien es la frase: ¿qué dirán mi cuando se enteren? Creo que es el miedo en el momento que te dicen que tienes el virus dentro. No saber cómo le sentará esa noticia a los que conozcas, qué ocurrirá si se enteran en tu trabajo, cuáles serán los pensamientos de aquellas personas con las que te relacionas sentimentalmente… Francamente, es un golpe muy bajo a la autoestima y desestabiliza las emociones y forma de pensar de cada uno. Y es agotador.
Sin embargo, no creo que todo esté perdido. Hay un amplio abanico de personas que son capaces de dar la cara. Pertenecen a esas ONGs y asociaciones de pacientes, y donde encontramos la figura de paciente experto, que transmiten lo que el no pequeño colectivo de personas VIH+ no está preparado para visualizar. Si los investigadores son el pilar del adelanto en la medicina del VIH, ellos lo serían para la lucha en lo referente a lo social. Poco a poco se va formando conciencia de que vivir con este virus de manera controlada no atañe contra la seguridad del que está al lado.
Y en mi camino me ayudaron bastante. Gracias a ellos pude buscar respuestas a las dos preguntas que hacía anteriormente. Me he encontrado, en mi experiencia como colaborador de una ONG en Sevilla (AdharaCentro comunitario de VIH/SIDA y otras ITS), jóvenes en mi misma situación que no eran capaces de asumir la noticia. Chicos y chicas asustadas por lo que iba a sucederles, pensando que ya no tenían futuro mientras se arrepentían de su pasado y se culpaban por lo que había sucedido. Y es una lástima presenciar situaciones así. Esos escenarios no tendrían que llegar a darse si educamos de manera real y actualizada y no basándonos en el miedo centrándonos en los métodos anticonceptivos. Que es cierto que hay que usar preservativo y se debe seguir tomando conciencia sobre ello, pero hay vida más allá de él. Una vida que a día de hoy no es capaz de reflejar su verdadera cara. Una vida discriminada en la sociedad.
Este año tuve la suerte de disfrutar y formar parte de la experiencia PAJEPS de la Fundación de Educación para la Salud. Allí, compañeros de distintos puntos de España y con diferencias entre nosotros fuimos presentándonos y contándonos nuestras ideas. Fue entonces cuando decidí tomar una decisión que aún a día de hoy agradezco. Conté mi estado serológico positivo y mi experiencia con otras personas VIH+. Era la primera vez que me enfrentaba a algo tan grande. Cierto es que ya era visible en mi ciudad pero en ningún momento había convivido con aquellos a quienes me había dirigido. Y no sabía lo que iba a pasar.
El resultado me agradó bastante. No hubo ninguna mirada indiscreta, ningún reparo por darnos un abrazo o por compartir algún vaso. Los vi interesados, amables y expectantes por la información que les iba dando. Pude contarles detalles pertenecientes a esa cara que no se muestra. No me refiero a la parte médica del virus, eso puedes buscarlo en cualquier guía en internet (cosa que recomiendo que la fuente sea fiable) sino que les describí cómo se siente uno cuando llevas esta carga social, sobre qué ocurre cuando intentas buscar pareja, cómo te huyen muchos cuando se lo cuentas, lo difícil que es mirar esa pastilla que te tomas todos los días y cómo cuesta tragarla… En general, al estado emocional de una persona VIH+. Creo que ambos, ellos/ellas y yo, aprendimos mucho de esas conversaciones. Fue una recompensa para mí que me siguieran demostrando que no hay que tener miedo y que aún esté convencido de que esto puede y debe ser contado.
A la pregunta que hice al principio le doy respuesta ahora. Claro que está preparada para afrontarla. Somos una generación informada, solo que hay que saber discernir cuál es la buena información. Nos han enseñado cómo prevenir las ITS; pertenecemos a la era del «Póntelo Pónselo»; seremos los que van aprendiendo que un «No» es un verdadero «No» y no un «quizás»; los que se asoman el precipicio de la incertidumbre… ¿Por qué no educarnos en no tenerle miedo a una persona VIH+?
A estas preguntas he logrado darles respuestas pero hay una que aún me sigue rondando por la cabeza. ¿Por qué seguimos teniendo miedo? O mejor aún. ¿A qué le estamos teniendo miedo? Una pastilla a día de hoy te hace estar intransmisible, controlado. Un preservativo te protege de las prácticas sexuales. Y hay otros métodos para controlar la infección, efectivos y probados. Sin embargo, sigue siendo un tema tabú. Aún me pregunto por qué. Espero darle en un futuro una respuesta más agradable.
Hablar de VIH no solo es hablar de infección o enfermedad. No deberíamos olvidarnos que siempre hay personas detrás. Y es que quienes convivimos con el VIH queremos una vida normal y no una vida con temor y a escondidas.