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Justo, el abuelo promiscuo

Actualizado el 16/03/12 a las 12:13

Daniel Blasco

Psicólogo (Servicio de Urgencias Sanitarias)

Esta es la historia de dos abuelos octogenarios, con sus hijos, nietos, sus tareas cotidianas… Es decir, que podrían ser tus vecinos, los abuelos que te encuentras en el parque o incluso los tuyos propios. Una historia que nos demuestra que la sexualidad no tiene edad y nos enseña que su educación tampoco la debe tener.

Un día de principios de verano recibimos un aviso solicitando una apertura de puerta; es decir, una persona que está encerrada, en este caso voluntariamente. En ese momento se activa el protocolo asignado a este tipo de casos, que conlleva enviar a los bomberos, a la policía y a personal sanitario. 

Con todo esa algarabía montada, entramos para hablar con Juliana, que era quien había solicitado la ayuda. Ella nos comenta que su marido es diabético y amenaza con no pincharse la insulina hasta que… “su mujer no le prometa cinco relaciones sexuales al día”.

Hasta aquí podríamos pensar que es un viejo verde que utiliza el miedo para obligar a su mujer a tener relaciones sexuales: Incluso si nos imaginamos a ese abuelo con ochenta y tantos años podríamos mal deducir que, seguramente, si la mujer accediera él no aguantaría ni el primer asalto.

Pero cuando Juliana nos sigue contando, observamos perplejos que nada más lejos de la realidad, puesto que la siguiente frase que sale de su boca es la siguiente: «… y es que ya lo hacemos tres veces cada día y yo no aguanto ni una más”.

Más allá de lo gracioso que pueda parecer imaginarse a dos abuelos corriendo por la casa a lo Benny Hill; más allá también de lo envidiable que le puede resultar a algunos/as mucho más jóvenes que no logran tener esa actividad sexual, ni aunque lo desearan; y, por último, más allá de lo indignante que le puede parecer a gente con demasiados prejuicios que no entiende que la gente aunque mayor también tiene sexualidad, queda un hecho bastante dramático: la mujer nos cuenta que en ocasiones se tiene que ir a dormir a casa de los hijos porque no aguanta el continuo acoso de su marido con el fin de conseguir sexo.

Observando el caso atentamente nos queda la conclusión de que es muy fácil valorar estas situaciones con estereotipos tales como “los viejos verdes”; o lo contrario como “cuando llegas a una edad ya no tienes sexualidad”. Pero como profesionales debemos librarnos de ellos para actuar de una forma tanto humana como eficaz. 

Como ya recordamos en artículos anteriores con el tema de las drogas en personas mayores, tampoco hay que olvidarse de esta población a la hora de hacer programas, talleres, charlas informativas u otras acciones sobre su sexualidad. 

 

Este artículo se enmarca en una serie de relatos sobre hechos o situaciones curiosas vividas en los distintos servicios de la sanidad pública española. El objetivo de esta serie es contar de forma amena situaciones que viven los profesionales sanitarios y, al mismo tiempo, ofrecer consejos sobre cómo reaccionar ante esas situaciones.

Los artículos expuestos en esta serie están basados en casos reales ocurridos en distintos servicios de la sanidad pública (urgencias, emergencias…) de varias comunidades autónomas. Los datos sobre las personas implicadas (nombres, direcciones, etc.) han sido modificados para preservar su intimidad.

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