
Caso 1
El primero, un chico de 22 años, nos comenta que su novia, de la misma edad, no puede retirarse el tampón, puesto que se le ha roto el hilo. Hasta ahí todo correcto. La sorpresa nos la llevamos cuando nos dice que ni siquiera puede quitárselo con la ayuda de sus amigos/as. Indagando en este hecho descubrimos una situación digna de una película de Almodóvar.
La pobre chica, desnuda de cintura para abajo y tumbada en el sofá, como si estuviera en la consulta del ginecólogo, pero en el salón de su casa, se encuentra debatiendo con todos sus amigos y amigas para buscar la solución a su problema, y llevando a cabo las propuestas que surgían de esta “pseudosesión clínica casera”. Todos ellos muy voluntariosos e implicados acabaron intentando quitárselo con sus propias manos. Esperemos que al menos se las hubiesen lavado.
No quiero ni pensar la vergüenza que debió pasar ante esta situación tan increíble para los lectores como embarazosa para la protagonista. Estoy seguro de que la próxima vez elegirá compresas para no tener ninguna posibilidad de volver a pasar ese mal trago. Ahora, eso sí que es tener buenos amigos/as y tener un apoyo social muy enraizado.
Caso 2
El segundo caso, también una chica joven, esta vez ella sola, contacta con nosotros para preguntarnos, muy angustiada, qué le puede pasar por haberse olvidado el tampón puesto durante un mes; es decir, no se lo había quitado desde el anterior periodo. A cualquiera se le ponen los pelos de punta imaginando el hedor que debía desprender dicho “despiste”. Además de las infecciones y enfermedades que pueden estar surgiendo en ese ambiente tan poco higiénico, incluyendo en estas una que puede llegar a ser mortal, la sepsis.
Pero también hay que admitir que es admirable su valentía a la hora de pedir consejo, ya que no es sencillo vencer la vergüenza que genera el confesar su problema.
Caso 3
El último caso es la situación contraria a la anterior. Recibimos la llamada de una chica muy preocupada porque recuerda haberse puesto un tampón pero al ir a quitárselo no encuentra nada, ha desaparecido. Hasta aquí todo normal, conozco a muchas mujeres a las que les ha ocurrido lo mismo. Lo curioso surge cuando nos pregunta si su propio cuerpo puede haber absorbido, cual supositorio, el susodicho tampón fantasma, porque ella no contempla cualquier otra alternativa. Interesante su original patrón de pensamiento lógico y la visible diferencia con el caso anterior, una persona no se da cuenta de que no se ha quitado el tampón y otra no se da cuenta de que no se lo ha puesto.
En todos los casos existe un gran desconocimiento y una falta de información que han provocado tres situaciones que aunque parezcan irreales no debemos olvidar que ocurren. Por tanto, como profesionales del ámbito sanitario, primero evitaremos enjuiciar estas situaciones que nos puedan parecer “raras”, pues el hecho es que existen. En segundo lugar, debemos conocer las ventajas y desventajas de estos métodos y las distintas alternativas a los modelos más tradicionales y conocidos, como los tampones y las compresas, dando mensajes personalizados sin obviar ninguna posibilidad, pues puede ser esta la que mejor se adapte a esa persona. También es preciso conocer las necesidades de información de la población con la que trabajemos para no pasar por alto ninguna explicación que, aún pareciendo obvia, puede ser desconocida o estar siendo mal interpretada, originando por ello bastantes problemas.
Este artículo se enmarca en una serie de relatos sobre hechos o situaciones curiosas vividas en los distintos servicios de la sanidad pública española. El objetivo de esta serie es contar de forma amena situaciones que viven los profesionales sanitarios y, al mismo tiempo, ofrecer consejos sobre cómo reaccionar ante esas situaciones.
Los artículos expuestos en esta serie están basados en casos reales ocurridos en distintos servicios de la sanidad pública (urgencias, emergencias…) de varias comunidades autónomas. Los datos sobre las personas implicadas (nombres, direcciones, etc.) han sido modificados para preservar su intimidad.