
Hasta aquí, la ironía. Entiéndame: es una forma de canalizar la indignación que siento como padre ante la irresponsable estigmatización de las personas con TEA que ha hecho parte de la prensa española, entre ellos el principal diario de este país, a la hora de informar sobre la tragedia de Newtown. En lugar de intentar explicar este suceso con hechos contrastrados e irrefutables, han preferido atravesar el camino de la especulación indocumentada. Una forma de informar desde el prejuicio y la ignorancia que desconoce algunos de los principios básicos del buen periodismo.
Podrán decir, en un intento de justificación, que las primeras información eran traducciones de artículos aparecidos en la prensa estadounidense. Eso no les exime de la obligación de contrastar la información, porque de lo contrario sucede, como en estas informaciones, que se asegura que el asesino en cuestión «padecía un trastorno autista» cuando lo máximo que se encontraba en el artículo eran declaraciones de algunos conocidos que decían «creer» que el susodicho «podría tener» (siempre en potencial y según especulaciones) algún tipo de trastorno, en concreto Asperger.
Pero, incluso si se hubiera confirmado de forma fehaciente que el asesino padecía algún tipo de TEA, deberíamos preguntarnos: ¿Es eso la causa principal o un dato relevante para explicar ese suceso? ¿Hay alguna investigación seria que concluya que las personas con algún tipo de TEA son peligrosos para la sociedad o pueden convertirse en asesinos en serie solo por el hecho de padecer ese trastorno? ¿Hay estadísticas que, cuando menos, sugieran que son seres más peligrosos que el resto de los humanos? La respuesta es evidente: no hay nada que avale esa información.
La información brindada por parte de la prensa española ante la tragedia de Newtown no solo ha carecido del contraste de las fuentes exigido al buen periodismo, sino que además ha ayudado a estigmatizar a un colectivo de personas que, por el propio trastorno que padecen, ya tienen dificultades para relacionarse e integrarse socialmente. Esto pone en evidencia que todavía tenemos mucho por hacer desde el mundo asociativo, la academia, las administraciones y, esperemos también, los medios de comunicación, para colaborar en la erradicación de los prejuicios que recaen sobre las personas con algún tipo de discapacidad. En ese camino nos encontraremos.