RECURSOS

Educar en la diversidad

Actualizado el 08/11/18 a las 13:40

Andrea Orozco Pérez.

Integradora social. Participante del Programa de Agentes Jóvenes en Educación para la Salud (PAJEPS)

Comúnmente, entendemos por Educación Sexual el soporte que se les ofrece a las personas para obtener la información y las herramientas necesarias para tomar decisiones saludables sobre su sexualidad. ¿Pero qué pasa con aquellas personas que aparentemente son más vulnerables al tomar sus propias decisiones?

 

Según el libro «En el plural de las sexualidades» (Sáinz. M, De la Cruz. C, Rubio. N. En el plural de las sexualidades. Fundadeps. Real Patronato sobre Discapacidad. Madrid. 2011), hablar de sexualidad, es hablar del cuerpo y no sólo de genitales, de sexo… Por eso, comenzaré hablando del Hecho Sexual Humano y de sus tres registros. En primer lugar, la sexualidad está presente en todas las personas desde que nacen: inicialmente, en el proceso de sexuación. Se trata de un complejo desarrollo que comienza con el cromosoma que aporta el espermatozoide, que sigue por la determinación de dos posibles resultados: hombre (XY) o mujer (XX), resultados llenos de matices; y que acaba cuando la persona fallece. En segundo lugar, la sexualidad, que hace referencia a las vivencias. A como cada individuo se siente en su intimidad, es decir, se toma conciencia del sexo y del género propio. Por lo tanto, la sexualidad será la propia manera de verse, sentirse y vivirse. Por último, la erótica. Donde todo lo anterior, lo que somos y lo que vivimos, se reflejará en deseos, fantasías y conductas.

Una persona con diversidad funcional puede presentar limitaciones en las actividades de la vida diaria, pero esto no le impide realizar muchas otras o las mismas de distinta manera. Y el área sexual no es ajena a ello. Tradicionalmente, la práctica sexual viene centrándose en el acto del coito como única forma de tener relaciones, pero es sabido que también existen diversas maneras de expresar afecto, como puede ser acariciar, besar, abrazar o coger de la mano.

No nos alarma ver a dos personas con diversidad funcional abrazándose o dándose la mano, es más, nos parece entrañable. Pero sí nos suena la sirena cuando les encontramos masturbándose o manifestando el deseo de llegar al coito. Debemos partir de que todos somos seres distintos y por eso, cada uno de nosotros tenemos necesidades, deseos y capacidades distintas. Pero un aspecto que compartimos son los derechos. Y es que todas las personas necesitamos recibir educación sexual y que se nos den facilidades que nos permitan la vivencia satisfactoria de nuestra sexualidad. Y por supuesto, las personas con diversidad funcional también, independientemente de sus limitaciones y las necesidades de apoyo.  

Un aspecto sobre el que debemos reflexionar es cuando observamos que se manifiestan determinadas expresiones o conductas entre personas del mismo sexo. Acostumbramos a pensar que quien las emite y/o recibe desconoce la diversidad de orientaciones sexuales. Los profesionales que trabajamos con ellos debemos ser conscientes de que, según el grado de dicha diversidad funcional, podrán o no identificarse (si quieren) con alguna orientación sexual. Además, es posible que reciban un doble rechazo por parte de la sociedad, cosa que puede llevarles a esconder su orientación. 

 

 

Debemos olvidar algunos prejuicios, mitos y falsas creencias que tenemos acerca del colectivo. Como por ejemplo, que no debemos hablar estos temas con ellos para no crearles una necesidad, que todas las personas con diversidad funcional son heterosexuales, que son seres asexuados o hipersexuados, que no son atractivos/as, que no son capaces de amar o de ser amados, que no deben tener pareja, casarse o mantener relaciones sexuales, que son eternamente niños/as o que siempre pueden trasmitir genéticamente la enfermedad. 

Nuestra función es atender, educar y prestar apoyos en el ámbito de la educación sexual y para esto, será imprescindible el soporte de las familias. Éstas deben ser una parte activa del desarrollo sexual y afectivo de la persona que presente diversidad funcional. Serán quienes ayudarán en el propio conocimiento físico y personal. Las familias, debido al vínculo afectivo que tienen, serán los que posiblemente resuelvan las dudas más íntimas. Por otro lado, también serán los primeros a los que acudan para reafirmar su identidad, por ejemplo: cuando alguien exprese su orientación sexual. Desde los distintos centros dirigidos al colectivo, los profesionales daremos visibilidad a la diversidad, enseñando fotografías o ejemplificando con casos reales donde ellos y ellas puedan comprobar que todas las opciones son válidas, con el objetivo de ofrecer modelos de personas donde todos y todas puedan sentirse reflejados. Por último, intervenir dando un espacio fuera de prejuicios, en el que puedan expresar su sexualidad sin miedo y de manera satisfactoria. Es un error ignorar o dejar de darles importancia a este tipo de situaciones. Para intervenir, es muy importante conocer cuáles son las necesidades de los usuarios. También debemos ofrecerles respuesta a sus demandas, a sus dudas, intereses o curiosidades, deseos y a las diferentes situaciones que se puedan dar. Siempre adecuando las respuestas a sus posibilidades. 

La primera intervención directa que tenemos la obligación de realizar con las personas es educarles sobre su propia sexualidad. Seguidamente, debemos mostrarnos disponibles para responder sus preguntas y a hablar del temasin juzgar, informar de qué prácticas sexuales o expresiones afectivas se pueden hacer en público y cuáles pertenecen al ámbito privado. Otras intervenciones posibles pueden ser enseñar la diferencia entre un contacto adecuado y un contacto abusivo, a la vez que enseñar a decir “no” o a expresar sus preferencias. Ofrecer espacios, tiempos y formas donde disponer de intimidad. Además de indicar prácticas sexuales seguras, higiénicas y saludables. 

Finalmente, cabe destacar que cada persona somos de una determinada manera, por lo que debemos educar en la diversidad. Esto nos ayudará aque podamos vivir una sexualidad satisfactoria y plena.

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