
Como es sabido, la educación cívica tiene un papel importante en el transporte público urbano. Sin esperar a que aquella sea impartida mediante la asignatura que recién anunció el ministro Wert, no faltan iniciativas extraescolares apreciables. Así, las medidas de accesibilidad y seguridad en los transportes públicos y la información escrita y los pictogramas que informan de ellas tienen una obvia potencialidad educativa, sobre todo si son utilizadas como medio didáctico.
María Jesús Sanz, psicóloga especialista en atención infantil, observó en un autobús de la línea 52 de la EMT de Madrid una escena cuyo núcleo es el siguiente: “Una mamá subió con su hijo pequeño, se sentaron en los asientos reservados y el niño comenzó a preguntar, señalándolas, sobre las pegatinas que indican a quien están reservados los asientos. La madre le explicaba cada una de ellas: para mamás que van a tener un bebé, para personas que no ven y llevan un perrito o un bastón para no tropezarse. El niño, que no comprendía muy bien lo que significaba ‘no ver’, preguntaba varias veces ‘¿no veo?’. Su madre le confirmaba que sí veía. Mirando a un señor que iba con bastón en otro asiento, el niño dijo ‘no ve, bastón’, con lo que el señor implicado le tuvo que aclarar que sí veía y que el bastón de los que no ven era blanco y no como el suyo.” (Crianza saludable: presente y futuro de nuestros bebés. En VV.AA.: Acción y políticas de apoyo a las familias, Hacer Editorial, Barcelona, 2011, p. 73).
Al menos en España, se viene registrando una creciente presión en pro de escolarizar a los niños menores de 6 años. En nuestro mundo occidental, las opciones por el crecimiento material colectivo continuado y por el consumo individual creciente requieren maximizar el enrolamiento de la población activa en el trabajo productivo. Para posibilitarlo sin detrimento de las funciones familiares básicas, algunos países nórdicos han adoptado amplias medidas de conciliación de las vidas familiar y laboral adecuadas a las necesidades de la primera infancia: licencias y permisos parentales largos con sueldo o subsidio, sobre todo para la primera edad, y oferta de servicios no escolares, como el cuidado en grupos muy pequeños en el domicilio de las cuidadoras y las guarderías. En España, los permisos parentales son de corta duración y se está asignando un papel creciente a las escuelas infantiles. Parece que influyen en la opción por esta clase de servicios el prestigio de la “educación”, la creencia de que a los niños les conviene iniciar la socialización que posibilitaría la escuela lo más pronto posible y, también, el expansionismo del sector educacional.
Abundan las evidencias científicas de que los servicios colectivos no son adecuados para la crianza saludable al menos en los dos primeros años. Así pues, al menos para ese tramo de edad, sigamos la pauta de los países que optaron por la conciliación familia-trabajo centrada en las necesidades de los niños. Y no temamos que la demora de su escolarización vaya a causarles perjuicio ni en el orden del aprendizaje ni en el de la socialización. Es cosa comprobada que los niños que no asistieron a las escuelas preescolares –incurro deliberadamente en contradicción léxica- alcanzan pronto el nivel de conocimientos de los escolarizados tempranamente. Y también sabemos que la relación social que requiere el desarrollo sano de los niños en sus primeros años es la de carácter individualizado y continuado que le procura el cuidado mater y paternal.
Por lo demás, el caso del autobús 52 puede servirnos de indicio de que la crianza parental directa de niños con capacidad para otras relaciones sociales puede encontrar ocasiones para llevarlas a cabo en la vida cotidiana. Y puede servirnos también para evocar las muchas oportunidades que dicho ámbito nos brinda para la instrucción y educación de los niños chicos. Por cierto, que aquellas pueden ser más didácticas para su edad que los consabidos artificios de aula.
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Imágenes facilitadas por el Consorcio Regional de Transportes de Madrid